Se
han realizado estudios que sugieren que los perros tienen una categoría mental
para el término “humano”. Si sienten que algo califica en esa categoría, ellos
lo tratarán de manera diferente.
Ellos
no les dejaran sus juguetes a otros perros esperando que estos lo lancen para
ellos.
Pero
ellos suelen llevar sus juguetes hacia estatuas de humanos por accidente, con
la esperanza de que jueguen.
Sin
embargo, los gatos no tienen una categoría separada para los humanos. En lo que
a ellos concierne, nosotros somos gatos grandes y tontos.
Ellos
maúllan hacia nosotros, un gesto que suele estar reservado para las madres que
llaman a sus hijos.
Ellos
piden que los dejemos salir y volver a entrar porque consideran que ellos están
haciendo el trabajo duro por nosotros.
Hasta
donde ellos saben, ellos nos están cuidando de posibles intrusos.
La
diferencia radica en el proceso de domesticación. Miles de años de cría selectiva
favoreciendo a los perros que nos tratan bien, les han dado un entendimiento de
los humanos.
Los
gatos no han convivido con nosotros por tanto tiempo y rara vez se hacen
esfuerzos por criar a un gato que sea bueno con nosotros.
Se
puede apreciar una diferencia similar entre los perros y los lobos; cuando los
cuidadores conviven el tiempo suficiente con los lobos, estos suelen asignarles
un rol en la jauría.
Con
frecuencia este rol es el de traer la comida y mediar en peleas, lo cual es el
trabajo de los cuidadores de todas formas.
Los
gatos han sido domesticados entre 8000 y 14000 años, más o menos lo mismo que
los perros.
Los
gatos son diferentes psicológicamente. Siendo un animal totalmente diferente,
los gatos exhiben diferentes comportamientos.
Los
gatos pueden sobrevivir por sí mismos. La mayoría de los perros no pueden.
No
es del todo cierto que los gatos vean a los humanos como grandes gatos tontos.
Puede
que no tengan una forma directamente comparable de ver a los humanos como lo
hacen los perros domésticos, pero su comportamiento ciertamente indica que no
nos ven como la misma especie que ellos.
El
mayor indicio es que nunca intentan aparearse con nosotros (afortunadamente).
Si nos vieran como otros gatos, entonces en algún momento podrían intentarlo y
sin embargo nunca sucede.
Además,
no se pelean con nosotros por el territorio, seguro, están felices de decidir
exactamente en qué partes de la casa quieren dormir sin importar lo que
parezcamos pensar.
Pero
si nos consideraran otros gatos, se enfrentarían agresivamente a los humanos
exactamente como lo hacen con otros gatos intrusos en su territorio, lo cual no
hacen.
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